Llegó a los seis años y nunca más abandonó Goya. Quizás en esos tiempos de la infancia todavía no imaginaba el trabajo que iba a realizar, pero algo iba marcando su camino. “Mi padre siempre nos hizo estudiar” recuerda esta hija de trabajadores de comercio, cuyo padre -precisamente- recién logró terminar la escuela primaria de adulto, casi a la par de sus cuatro hijos.

Probablemente esa historia familiar y esos duros años de necesidades, hayan influido algo en sus tiempos de estudio, en el instituto Santa Teresa, dónde fue forjando su profesión. Más tarde se transformaría en una educadora, una maestra que abrazó su tarea por el resto de los días. “En esos últimos años del magisterio fuí descubriendo la docencia cómo una tarea militante comprometida con los barrios” reconoce, al mismo tiempo que también destaca la fundamental y enorme influencia de “la Iglesia del Monseñor Devoto”.
La Escuela Rural 426 de Puerto Viejo fue el primer establecimiento educativo que la vio ejercer su profesión. Luego recorrió muchos parajes y comunidades haciendo suplencias, en una de esas escuelas, la Nº 506 del paraje Punta Maruchas “fue donde vivíamos con otra compañera y además de enseñar, cocinábamos a los estudiantes y ayudábamos mucho a la comunidad”.
Recién en el año 77 logró establecerse tres años en una escuela rancho del paraje Santa Rosa. Por esos tiempos llegó a caminar unos dieciséis kilómetros diarios, entre ida y vuelta, para poder acceder a escuelas en los lugares más alejados de la zona rural de Goya.
La ardua tarea docente no le impidió formar una familia con Enrique y criar a Silvina, Laura, Claudio, Federico y Mariela. Hoy es abuela de seis nietos varones.
En el año 88 comenzó a trabajar en la escuela 440 del barrio Sarmiento. Recuerda que en esa experiencia la tarea con las familias fue muy intensa y “hasta barrileteadas en el barrio organizábamos”.
El compromiso con la educación y los intentos de pensar otras formas pedagógicas le hizo tener un sumario administrativo por parte de un superior, algo que porta con orgullo en su extenso currículum. “Siempre hay que saber de dónde venimos” dice con voz pausada esta maestra que creció en un barrio sin agua potable, cloacas y asfalto. “Íbamos con mi padre a llenar un tanque de 200 litros todas las noches en un carrito, para tener agua a la mañana siguiente”. Quizás por eso una de sus principales preocupaciones es que todas las comunidades de Goya, rurales o urbanas, puedan acceder al agua potable. Para eso ya está pensando acciones en caso de poder acceder a una banca en el Consejo Deliberante.
En los difíciles años de la docencia y la marcha blanca del 88, fue la única maestra de su escuela que estuvo cuarenta días de huelga. Luego fundó con otras colegas el SUTECO de Goya, del cual llegó a ser su secretaria general. Además participó de la Carpa Blanca en los años noventa. Esta intensa actividad le permitió conocer -también- la totalidad de la provincia de Corrientes y entender la diversidad de tradiciones que la atraviesan. Su biografía, además, tiene influencias de sus abuelos liberales, su padre peronista y la actividad social de la iglesia. Diversas ideas que hacen de Esther Migueles una persona sensible y abierta a diversas formas de pensar y comprender la vida.
Recién a los sesenta años, Esther pudo irse de vacaciones por primera vez en la vida. “Fue gracias a los gobiernos de Néstor y Cristina que pude viajar, ahorrar algo en mi vida y ayudar a mis hijos” dice emocionada. Considera que la política no sólo es acceder a mejoras materiales, sino también un reconocimiento a los derechos que cualquier ciudadana o ciudadano tienen que poder disfrutar. “Sin esas posibilidades que tuvimos, nunca hubiera tenido una vivienda digna” afirma, mientras sigue abonando el crédito PROCREAR que le permitió resolver algunos problemas edilicios graves de su casa.
Reconoce a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner más allá de las críticas o algunos posibles errores. Está convencida que fueron los mejores gobiernos en más de medio siglo, “admiro a Cristina con todos los defectos que pueda tener. Porque es mujer en un país tan machista con la política. Y que cada vez que hablaba, estaba a la altura de las circunstancias. Después de Cristina todas las mujeres saben que pueden ser dirigentes”.
Y mientras afirma que en Goya hay muchas cosas por realizar, reconoce que el gobierno del profe Bassi “fue de las mejores gestiones que vi en mi historia”. Para ella es muy importante que “todos los días el profe camina los barrios” y destaca la política de Estado en relación a la memoria y los derechos humanos en la ciudad. Esther Migueles, primera candidata de Unidad Ciudadana al Consejo Deliberante, afirma sin dudar que “En Goya se gobernó para todos, más allá de las ideologías, poniendo énfasis en los más pobres”.
Cuando se la consulta por sus proyectos, en caso de poder llegar al Consejo, afirma que “hay que llevar el agua en la zona rural, ayudar a la venta de los productos de las familias agricultoras, ampliar los centros de salud a la región rural, crear más centros culturales y promover mejoras en las condiciones de la economía social”. A la maestra Esther la indigna escuchar que ahora “hay gente que me dice que no tiene más que harina para hacer una torta” y por eso mismo reafirma que al Consejo “no tienen que llegar los que se creen grandes señores. Hay que saber a quién se representa y defender a esos sectores” dice con firmeza.
Esta maestra jubilada que ha pasado una vida junto a las diversas comunidades de la ciudad, a los sesenta y siete años sigue dando pelea, educando y abrazando las mismas causas que la acompañaron desde aquellos primeros años de vida, cuando el padre le repetía en ese hogar sin agua, asfalto y cloacas, que había que estudiar. Ella sabe que, además de conocer y vivir los inconvenientes de mucha gente, “hay que comprometerse y participar para poder seguir transformando la realidad”. Así es Esther Migueles, obstinadamente docente...


Domingo, 1 de octubre de 2017