La flamante panelista de Los unos y los otros habla de los conflictos que la llevaron a terapia. De su relación con la maternidad y de cómo se lleva con su esposo. “Hubiese sido más fácil mandar todo al diablo hace rato, pero tampoco lo pudimos hacer”.

En un abrir y cerrar de ojos, Carla Conte (38) dejó de ser panelista de Infama y pasó a serlo de Los unos y los otros, siempre en las tardes de América. En pareja con el músico Guillermo Brutto, y mamá de dos hijos, reconoce: “Me sentía muy cómoda en Infama, había entrado en el mundo del quilombo. Tenía toda la historia de Matías Alé en la cabeza. Pero vino la propuesta del canal y me gustó. Me parece que tiene más que ver conmigo que, en su momento, cuando entré en Infama. Mi lugar en este programa es el de la mujer común, de lo que preguntaría la señora en su casa. La conducción requiere de otros tiempos, de un trabajo previo también. No sé si hoy podría enfrentarme a eso para un programa diario. Estoy todo el día con los chicos, a la una entran al colegio, les hago las comidas, reviso sus tareas. Todavía no logré coordinar todo eso y que además me queden ocho horas libres por día. De casualidad, logro irme a trabajar…”.
–¿Sabés separar lo laboral de lo personal?
–¡No sé separar nada! Sin embargo, el año pasado me dieron el alta en terapia, a partir de una charla con mi psicóloga. Soy muy práctica en la vida o, por lo menos, lo intento. Voy a terapia a resolver problemas puntuales y cuando pasa el conflicto, empiezo a aplastar.
–¿Qué significa eso?
–No voy, o llego tarde. Entonces la terapeuta me dijo de cortar, y que si en algún momento necesito, la llame. No me quería tener eternamente haciendo terapia… ¡Y me dio de alta! En una época empecé terapia porque no podía quedar embarazada. Y cuando terminé, estaba esperando familia.
–¿Y está última vez por qué fuiste?
–Y… la maternidad tiene mucho que ver. Con la pareja también, siempre. Y con mis conflictos internos y con el laburo. Hacer terapia me ayudó a la reinserción laboral. Entendí que el laburo es importante, en relación con la culpa que me generaba irme y dejar a los chicos. Comprender que necesito laburar de lo que me gusta para ser una mejor madre, aunque compartamos menos tiempo, es muy sano. Igual, siempre hay alguna culpita por algún acto al que no podés ir. A mí trabajar me hace mejor madre y mejor persona.
–¿Y también te ayuda a nivel estético?
–Yo soy muy de la chancleta. De dejarme estar. Cuando no trabajo, me cuido menos. Igual, este laburo medio que te ubica. No permite toda la dejadez. En estos últimos meses me agarró un deseo de verme bien. Tengo ganas de hacer gimnasia, de poner el cuerpo en actividad, de volver a bailar y de hacer cosas que no hago hace mucho tiempo. Tengo que organizar mis horarios para darme mis espacios. Tengo tantas responsabilidades y obligaciones que mis necesidades personales siempre quedan últimas, lamentablemente. Facundo, mi hijo menor, empezó sala de dos, y estoy haciendo la adaptación con él.
–Muchas veces se habló de que con Guillermo Brutto, tu marido, estaban en crisis.
–Siempre estamos en crisis, ese es nuestro estado constante. Nosotros seguimos juntos, llevamos 12 años. De todas maneras, me parece imposible la empresa de llevar adelante una familia, trabajar, ser buena madre, tener una pareja que funcione y que todo eso fluya con felicidad y que cada uno rinda en lo suyo. Imposible. Es frustrarte todos los días, porque siempre hay algo que no llegás a cumplir. Hay que tratar de relajar un poco porque uno está haciendo lo que puede. Es obvio que no puedo rendir igual que cuando no era madre y dormía las horas que se me cantaba.
–A pesar de eso, ¿en ningún momento estuviste por separarte?
–Sí… ¿De Guille? ¡¡Montones de veces!! Pero creo que a la larga nosotros nos queremos. Sería mucho más sencillo si nos dejáramos de querer. Tenemos algo muy fuerte, con todos nuestros conflictos y todas nuestras crisis. Quizá hubiese sido más fácil mandar todo al diablo hace rato, pero tampoco lo pudimos

Lunes, 21 de marzo de 2016