Querido Mario: Hoy queremos recordarte a través del afecto y la alegría expresada en tu amplia carcajada que vos compartías en los asados, guitarreadas y encuentros de amigos. Recuerdo cuando éramos alumnos del Instituto “José Manuel Estrada”, donde estudiaste el Profesorado de Filosofía, las largas charlas que continuaban luego de las clases del Padre Camozzi, vos y tus inseparables amigos, Carlos Romero y Petete Ortíz.

Me parece verlos en el pasillo del Instituto, tejiendo utopías, imaginando el futuro, ese futuro mejor que siempre soñamos y los creíamos al alcance de nuestras manos, pues éramos muy jóvenes y nuestros ímpetus nos empujaban sin límites a buscar esos hermosos sueños.
Pero llegó la larga noche de la dictadura y las risas se apagaron, las rees quedaron en el recuerdo, todo se volvió gris y silencioso.
Con la democracia nos volvimos a encontrar, cada uno había pasado su propio infierno, pero vos nunca perdiste esa amplia carcajada, como cuando en tu testimonio en el juicio de la Causa Goya, te reías de aquel militar que en el Consejo de Guerra (¿Qué locura no?, hacer un Consejo de Guerra a un docente, quizás porque usó el arma de la palabra y el pensamiento), le dijiste que le ibas a regalar un ejemplar de la Constitución Nacional… Nunca perdiste la alegría y el humor, hasta en los últimos días, cuando los amigos te visitaban o te mandaban saludos y vos agradecias diciendo: “Gracias.Muy gentil”.
Hoy que nos miras desde el más allá te decimos con alegría que seguimos soñando y construyendo la UTOPIA porque creemos que la UTOPÍA existe. Hasta siempre Mario.




Domingo, 24 de marzo de 2013