ENTERATE DE QUIEN SE TRATA
"Mi padre predicaba por la familia, y en casa me mataba a palos"
Detrás de sus curvas y su seducción de femme fatale, la diosa panameña esconde una dura historia personal. Confesiones inéditas sobre un pasado que la marcó para siempre. Y respuestas picantes sobre su fogosa intimidad, claro.
¿Retoque digital? ¿Maquillaje que resalte la belleza? ¿Poses o prendas que favorezcan las curvas? Kate Rodríguez (31) es el ejemplo perfecto de mujer que no necesita ningún tipo de “cuidado” a la hora de lucir sus encantos, tanto con ropa como sin… Panameña de origen, irrumpió en los medios locales gracias a sus características físicas, entre las que más se destacan están el tono de su piel, su frondoso cabello y su sensual mirada, sin dejar de tener en cuenta sus medidas explosivas, por supuesto. Dueña de un rutina intensa, que incluye levantarse a las seis de la mañana y regresar a su casa recién a las ocho de la noche, la morocha reconoce que no le queda tiempo para el amor. Más que para el amor, para la intimidad. Y más que para la intimidad, para tener sexo con alguien con quien no se conozca. Sin prejuicios, apostando a la sinceridad y evitar las vueltas, en voz propia reconoció: “Soy muy sexual y ya sé con quién tengo buen sexo”, blanqueó, sin importarle el qué dirán… Pero eso no fue todo en términos de confesión. Kate fue un poco, un poquito bastante más allá, y diferenció. “No tengo ganas de estar conociendo a alguien y enseñarle, porque no tengo tiempo”, advirtió. Y así como cuenta ser puertas adentro de su casa –auto o donde ella considere, por supuesto– es como se permite también disfrutar de su figura. Por eso, la ex bailarina de Showmatch le hace honor a su cuerpo y no tiene tapujos a la hora del topless o al mostrarse como Dios la trajo al mundo. “Me encanta que me filmen teniendo sexo. Y si se filtra el video, al que le llegue que lo disfrute. Haría un trío pero no con otro hombre, tendría que ser con una mujer. El mayor ofrecimiento que recibí a cambio de sexo fue un departamento, pero no acepté. El lugar más raro donde tuve sexo fue en una discoteca, atrás de las cortinas negras que están contra la pared”, se sinceró, tan picante como explosiva, la integrante de Morfi, todos a la mesa, por Telefe. Al pan, pan y al vino, vino, como expresa el dicho, contó: “Me pasó que un hombre me pidiera la puntita, pero a mí me gusta. El punto G de los varones está en el recto. Me gusta que me digan de todo, y todo es irreproducible. Todas las mujeres en este mundo quieren ser putas, que no me vengan con la doble moral. ¿Por qué ves a una piba que está buena y la criticás? Porque en el fondo querés ser como ella. Las mujeres tienen que sacar la perra todos los días, porque eso las hace más sexis, más mujeres. Se siente mejor, más segura. Eso de sentirse perra es para sentirse mejor, ¿se entiende?”, reflexionó Kate, quien está armando su propio canal de YouTube. ¿Feminista o anti? Criada bajo el cielo de una cultura diferente a la nuestra pero con la experiencia de llevar un tiempo largo en nuestro país, su visión sobre el feminismo incluye: “Una mujer que está con dudas está mal, no quiere tener intimidad con el hombre, no quiere que la toquen, está deprimida. Necesita un macho que venga y la agarre en cualquier lado. Que estés con tus amigas, te meta en el baño y te dé una sacudida. Las mujeres están muy sensibles con el tema del feminismo y en la cama. Si no tenés un reo que te diga cosas sucias, es imposible que llegues a un orgasmo”, afirma, desde su postura. Y, sin escaparle a la imagen autorreferencial que, cree, tienen sobre ella a la hora de los vínculos, confía:. “En mi caso me ven y dicen: esta es un polvazo… Y no, no soy tan gauchita. Creen que los voy a dar vuelta como una media pero yo quiero que sea a la inversa. Yo quiero placer”. Detrás de todo… ¡Sólo hay una mujer! Instalada en Argentina hace más de ocho años, la joven esconde un pasado familiar que, al día de hoy, podría pesarle. Criada entre padres devotos de la religión, de chica tuvo un episodio con un colega pastor que la marcó para el resto de sus días, referido a una situación de abuso. Y cuando se los planteó, cuando quiso compartirlo con quienes le dieron la vida, del otro lado recibió una respuesta tan poco grata como inapropiada: “¿Cómo puedes decir eso de un hijo de Dios?”, le retrucaron, sin darle crédito alguno a su vivencia. “Dentro de la religión había mucha violencia. La recibí de adentro de mi casa. Veía a mi papá predicando el amor y la institución familiar y después, en la casa, me mataba a palos. Me crié bajo una mentira”, confesó, aún con el recuerdo latente de lo que supo dañarla, y mucho.
Miércoles, 21 de febrero de 2018
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