EL DIA DE LA FIESTA NACIONAL FRANCESA ESTUVO SUPEDITADO AL POSTCONFINAMIENTO
Un 14 de julio con una París con festejo limitado
Actos restringidos, circulación cómoda y el presidente Macron fijando el rumbo hasta el final de su mandato, en dos años. El rumbo no va hacia otro norte que no sea la derecha: va a reactivar la cuestionada reforma jubilatoria.
París podría parecerse alguna vez a este 14 de julio, día de la fiesta nacional francesa: muchedumbres limitadas, actos restringidos, circulación cómoda. El primer 14 de julio post confinamiento estuvo regulado para evitar los agrupamientos masivos que acostumbran acompañar desde la víspera los bailes populares y el mismo 14 el desfile por los Campos Elíseos y los fuegos de artificio por la noche. Todo se reconfiguró en un formato reducido y en un flujo de replanteamiento sobre el futuro de París y su invasor turismo de masa, los homenajes a quienes lo dieron todo durante la crisis de la covid-19 y la línea política del presidente Emmanuel Macron para los últimos dos años de su mandato.
El espectáculo de los fuegos de artificio de la Torre Eiffel simbolizó la resistencia de la nación y homenajearon a todos esos héroes cotidianos que actuaron a lo largo del confinamiento. El jefe del Estado presidió los desfiles y luego, en la tradicional entrevista televisiva del aniversario de la Revolución francesa, fijó “el nuevo camino” del país de aquí al final de su mandato en 2022. El rumbo no va hacia otro norte que no sea la derecha. Emmanuel Macron anunció un plan de reactivación económica por 100 mil millones de euros que se agregan a los 460 mil millones ya desbloqueados para ayudas sectoriales y respaldo a la economía. Macron reconoció que en el fondo Francia “tiene miedo”, que algunas de sus medidas “no eran justas” y que sus propias metidas de pata lo habían llevado a ser objeto de cierta “detestación”. Por ello prometió “más diálogo social” sin renunciar a reactivar la reforma de las jubilaciones que había paralizado al país a finales de 2019 con huelgas masivas y cuya implementación el mismo suspendió cuando estalló la pandemia.
El jefe del Estado también se refirió a las regulaciones del desconfinamiento y a los “signos” evidentes de que el virus “se reactiva un poco”. En ese sentido, el presidente adelantó que las máscaras serían obligatorias en todos los lugares públicos cerrados y confió que, si en una de esas llegase a tener el virus, no seguiría el tratamiento del doctor Didier Raoult a base de cloroquina, sino que se “pondría en manos de los médicos que lo siguen”. Aunque calificó al doctor de “un gran científico”, aseguró que” según lo que he comprendido de la ciencia no hay un tratamiento estabilizado”. Emmanuel Macron diseña poco a poco su “reinvención” sin trastornar casi nada de lo que ya tenía preparado cuando lo eligieron presidente en 2017.
Es, más bien, una “reinvención” de la forma en que se presentan las cosas que no conformará a sus críticos, incluidos los de su propia mayoría, y a quienes juzgarán escandaloso que haya defendido una vez más a su ministro de Interior, Gérald Darmanin, acusado de agresión sexual. El jefe del Estado da una pincelada social por acá y otra ecológica por allá. Así, por ejemplo, reveló que tenía la intención de inscribir en la Constitución la lucha contra el cambio climático. Reinvención, reconfiguración, nueva etapa y todos su sinónimos ascendentes o descendentes son las palabras motor de este verano en Francia. La idea también abarca el futuro de la capital, objeto de una auténtica adoración planetaria y, también, de un destructivo turismo de masa que ha tenido un impacto dañino en la vida de los parisinos.
Los recién reelectos responsables de la Municipalidad quieren aprovechar la ocasión para reconfigurar la capital. Frédéric Hocquard, el nuevo adjunto para el turismo de la Municipalidad de París, dijo a la prensa que “es preciso actuar rápido y de manera radical. Otro turismo es posible y hay que aprovechar el hecho de que los turistas ya no están para que regresen de otra manera”.
París está solita con su gente y los franceses. La pandemia cortó el flujo de turistas extranjeros y sus dos principales visitantes, lo norteamericanos y los chinos. Según un estudio de la región Ile de France (donde está París), un turista francés gasta 83 euros por día, un norteamericano 165 y los chinos y los turistas de Medio Oriente 180. El 75% de las personas que visitan el Museo del Louvre son extranjeros y el 90% de los que suben hasta la Place du Tertre, en Montmartre, son igualmente turistas. En estos días el Louvre es un oasis. Hacen falta apenas 10 minutos de espera para ver la Mona Lisa cara a cara cuando en épocas anteriores la espera podía ser infinita. El Louvre reabrió el pasado 6 de julio y en una primera semana hubo un promedio de 8.000 visitantes por día contra 40.000 antes.
El coronavirus ha resultado una hecatombe en París. Hoteles y restaurantes cerrados, comercios de lujo también, poca gente. Un desastre para el comercio, una bendición y una oportunidad para reencontrarse con una ciudad sin la penetración del turismo masivo y contaminante. Hace mucho que persiste la sensación de que París ha dejado de pertenecer a sus habitantes, de que es una ciudad-museo-turística donde la vida diaria ya no es posible. Una encuesta publicada por el portal Paris je te quitte (París te dejo) indica que 45% de sus habitantes actuales quieren irse de la ciudad luz. El coronavirus y la parálisis que desató introdujo una toma de conciencia sobre la sano que sería regular un turismo invasivo que si bien deja dividendos también arrincona, asfixia y, a su manera contradictoria, desdibuja la originalidad de una ciudad sin igual.
Miércoles, 15 de julio de 2020
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