ENTERATE EN LA NOTA
Ansiosexualidad, la afección que está arruinando la vida de muchos
El sexo puede aliviar el estrés. Todos sus recursos emocionales se redirigen hacia minimizar su estrés. Se convierten en “ansiosexuales”.
En tanto el estrés puede hacer que aumente el deseo sexual de la gente, pero también existen otras personas que se encierran porque no están dispuestos a ampliar sus nervios al ponerse en una situación sexual.
Yo soy ansiosexual, cuenta una universitaria. Que la gente pueda estar estresada y caliente a la vez me asombra.
Con las primeras oleadas de ansiedad profesional o romántica en el aire, a mí se me quitan todas las ganas. Cuando estaba hablando de estos conceptos con mis amigos una amiga me respondió: “Creo que yo también soy ansiosexual ahora mismo.
El otro día tuve una cita con un chico, y todo iba bien, pero no tenía ninguna gana de avanzar con las cosas. Estaba muy preocupada por el trabajo”.
Hablé con el Dr. Justin Lehmiller, un investigador del Kensey Institute, y le pregunté por qué es más probable que algunas personas se entreguen al celibato temporal en épocas de mucha ansiedad. “Algunas personas no llevan el estrés tan bien como otras, así como otras personas tienen una personalidad más neurótica.
Es posible que el estrés tenga un efecto particularmente grande en su vida sexual porque para ellos no es tan fácil apagar sus efectos”.
A diferencia de las sexualidades reales, la ansiosexualidad generalmente es temporal y está bajo nuestro control Yo he pasado por tres grandes fases: la primera duró desde el instituto hasta que perdí la virginidad. Las otras dos que siguieron a períodos de dramática conmoción personal.
De estas, la más reciente fue en febrero. Estaba saliendo de un interludio turbulento y había sucumbido a una catatonia invernal e insomne.
En esa época, conocí a un abogado al que llamaré Matt Damon. Matt Damon era alto, tranquilo y divertido. Solía jugar al fútbol y todavía tenía ese je ne sais quoi futbolístico a su favor. No había nada malo en Matt Damon.
Pero sí había algo raro en mí (a quien voy a llamar “Gwyneth Paltrow). Nunca he establecido una norma para cuándo acostarme con alguien, pero si hay química normalmente sucede entre “de inmediato” o “muy pronto”. Había química con Matt Damon, pero la mayoría de nuestras buenas citas terminaban porque yo me escabullía de su sofá y me iba corriendo en mitad de la noche.
No me sentía presionada ni nada por el estilo, es solo que me sentía rara. De repente, la intimidad me parecía muy improbable. Finalmente, Matt Damon me informó de que iba a volver con su ex, lo que me pareció puro karma.
Mi capacidad para calcular correctamente una propina es mi primera facultad cuando estoy bebiendo, y mi voluntad para evitar los horrores iniciales de la intimidad física es lo primero que tengo que hacer cuando estoy estresada.
Como otros muchos calvarios, un período de ansiosexualidad empieza con un beso. Con el arranque de un estrés severo en cualquier ámbito de mi vida, me vuelvo demasiado consciente de la presión de mi boca sobre la suya, de la colocación de mis manos, que de repente me parecen torpes, y de si mis respiraciones nasales son demasiado fuertes. (Los psicólogos lo llaman “espectador”). Mi parálisis romántica sale en espiral desde allí para terminar encapsulando todo el sexo y las cosas adyacentes a este. Y eso se agrava todavía más con mi ansiedad por estar ansiosa.
Los expertos han abordado con cierta frecuencia la relación entre el estrés y el deseo, pero esos estudios están llenos de contradicciones. Algunos señalan que el estrés ensalza el deseo y la sensibilidad a los estímulos eróticos. Otros, con la introducción de un único factor (la calidad del sexo, el género de los que lo mantienen o la naturaleza del estrés) muestran lo contrario.
Un estudio de los años 90, por ejemplo, descubrió que el deseo aumentaba tanto para hombres como para mujeres casadas cuando estos pasaban por dificultades, pero que las mujeres tenían más probabilidades de tener experiencias negativas durante el sexo.
En 2012, otro grupo de investigadores le pidió a 75 personas heterosexuales que llevaran la cuenta en un diario de su actividad sexual y sus niveles de estrés.
Esto determinó que el sexo puede aliviar el estrés tanto para hombres como para mujeres, pero solo para aquellos que estaban en relaciones en las que ambas partes estaban felices con la frecuencia y la calidad del sexo, y en las que no había disfunción sexual.
Las formas en las que experimentamos el sexo y el estrés son tan subjetivas e individuales que el conocimiento existente puede leerse como el enunciado a un confuso problema de Selectividad: “El sexo alivia el estrés de los participantes si “sexo” se define como una penetración precedida por 40 minutos de preliminares entusiastas, y si “estrés” se limita al que no es crónico, con factores estresantes no relacionados con su relación con su actual pareja. Como si es una invitación a un fin de semana de despedida de soltera que finalmente costará 1.200 dólares y tensará tu amistad con la novia”.
La forma de salir de la ansiosexualidad también es subjetiva. Algunas veces, se termina tan pronto le dices a tu pareja que estás estresado. Algunas no.
La sabiduría del Catálogo del Pensamiento General sugiere que para liberarse de un período de sequía, solo tienes que bajar tu listón y acostarte con alguien, con quien sea. Pero la ansiosexualidad no es lo mismo que un período de sequía. Es más existencial.
Le pregunté al Dr. Lehmiller si era mejor pasar un período de ansiedad sexual (volver a intentarlo, aunque suframos estrés) o si es mejor permanecer inactivo hasta que el estrés desaparezca. Me contestó que, por un lado, el sexo podría aliviar el estrés. Y me sugirió desestresarme antes de intentar realizar nada sexual (como apagar el móvil, o darse una ducha larga o un baño) para despejar la cabeza y poder disfrutar del momento. (Aunque he de decir que desestresarse antes de una primera cita es un buen consejo, sea cual sea la situación).
Por otro lado, el Dr. Lehmiller me explicó que “para algunas personas es mejor esperar, porque el sexo tiene el potencial de agravar el estrés que están sufriendo. Por ejemplo, si comienzas a tener sexo y te das cuenta de que estás muy distraído, tanto que tienes dificultades para desempeñar tu función, puede hacer que, al final, te sientas todavía peor”.
Yo soy del segundo tipo. Yo no podría, como sugieren muchos estudios y las enseñanzas de Peaches sugieren, olvidarme del estrés. El estrés tiene que desaparecer primero. El mejor consejo que he recibido este invierno fue: “Puede que solo tengas que considerar esperar un tiempo”.
Y así hice. Por suerte, vivimos la época dorada del autocuidado, por lo que una vez decidí inclinarme hacia mi ansiosexualidad, empecé a encontrarme mejor. Entrené para una maratón y empecé a hacer escalada, conseguí un ritmo de trabajo relajante, pasaba mucho tiempo con amigos que no me estresan, me marqué un Marie Kondo con los que más lo hacen, me metí de lleno en ‘King of the Hill” y comencé una consistente rutina de noche. Cuando emergí en primavera, apareció de nuevo una vibrante mariposa sexual nabokoviana y la ansiedad de las citas invernales desapareció.
Viernes, 8 de noviembre de 2019
|