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China pelea por la influencia global como líder del libre comercio y el multilateralismo
El gigante asiático asume su crecimiento y actúa cada vez más como una superpotencia en la escena global. Cumbres, inversiones y alianzas como contracara de un Estados Unidos más agresivo.
El rol preponderante de la diplomacia del Gobierno de XI Jinping en crisis que otrora eran materia exclusiva de Estados Unidos y sus aliados de Occidente ya precipita resultados concretos y deja en evidencia un cambio de paradigma en su política exterior hacia la defensa de sus intereses y la lucha por la hegemonía.
Deng Xiaoping, el artífice de las reformas económicas que el año pasado cumplieron cuatro décadas, se propuso mantener al país con bajo perfil mientras superaba los traumas del “Gran salto adelante”, en una doctrina conocida como la “estrategia de los 24 caracteres”. “Observar con calma. Lidiar con los asuntos tranquilamente. Ocultar nuestras capacidades y aguardar nuestro tiempo. Ser bueno y nunca reclamar el liderazgo”, escribió el presidente que gobernó desde 1978 hasta 1992. En resumen, se trató de una llamada a la prudencia ante la expansión del liberalismo y la caída de la URSS. No se debía disputar el dominio de Washington.
Con Xi, esa etapa quedó oficialmente atrás durante en el XIX Congreso del Partido Comunista (PCCh) de 2017. China será una superpotencia en 2050, prometió, y eso implica salir del escondite. Hoy reivindica su lugar, expande su influencia en forma de inversiones en regiones olvidadas y busca mostrarse como el principal garante del libre mercado y el multilateralismo.
En menos de un mes, Pekín albergó dos cumbres internacionales, el Segundo Foro de la Franja y la Ruta (OBOR), el megaproyecto estrella del presidente, y la Conferencia sobre el Diálogo de Civilizaciones Asiáticas (CDAC), inaugurado el miércoles pasado en el Nido de Pájaro con toda la pompa. Mientras EE.UU. pega portazos en los organismos de diálogo convencionales, China participa activamente y hasta promueve los propios bajo el concepto del “desarrollo pacífico”.
La posibilidad de una China superpotencia ha sido prevista desde hace lustros como un destino inexorable, pero lo precipitado de su metamorfosis genera incertidumbre y recelos. “Algunos analistas ven el ascenso de China como algo peligroso, pero es diferente a lo que ha ocurrido en el pasado con otras potencias. En este caso no es militar, es pacífico. No puede usar su brazo militar porque no es lo suficientemente fuerte”, explica Zhang Shengjun, director del Instituto de Relaciones Internacionales de la Facultad de Administración Gubernamental de la Universidad Normal de Pekín.
“Los pilares para su expansión son la no injerencia en los asuntos internos y su oposición a llevar adelante operaciones subversivas contra otros países. No importa el sistema político que tengan”, afirmó el experto en una conferencia de prensa a la que asistió Ámbito Financiero. Y subraya, “las intervenciones en otros territorios generan caos y fomentan la inmigración. China no quiere guerras”.
Pekín, afirma Zhang, no supedita su respaldo financiero a reformas políticas o sociales, ni impone metas sobre “ecología o derechos humanos”. En el abanico de alianzas comerciales caben Chile, Alemania y Corea del Sur, así como Corea del Norte, Irán y Venezuela. No discrimina entre democracias occidentales o teocracias asiáticas, gobiernos liberales o socialistas.
Los resultados del aumento de la presencia del gigante asiático en América Latina, a través de inversiones o respaldo diplomático, ha ayudado a sostener a gobiernos que Estados Unidos busca correr del poder, como el de Nicolás Maduro. Desde hace dos años, Caracas reemplazó el petrodólar por el petroyuan, una maniobra de último minuto en medio de sanciones económicas que al mismo tiempo dejó de manifiesto la capacidad de China influir en otros hemisferios.
“La cooperación entre China y América Latina no apunta a ningún país y se basa en beneficios mutuos. Es cierto que EE.UU. advierte a los líderes latinoamericanos que sean cautelosos con nuestras inversiones, pero China siempre está dispuesta a abrazar la cooperación en lugar del conflicto. Además, Pekín no tiene intenciones políticas o militares en América Latina”, respondió Jin Xiaowen, investigador del Centro Latinoamericano de Investigación, Universidad Renmin de China, a este diario.
En esta nueva era, Pekín ha logrado contrarrestar el peso estadounidense en sendas regiones con éxito y se ha anotado triunfos diplomáticos. No obstante, el desenlace de su intento de expansión aún está por verse. La imposición de aranceles y la amenaza del bloqueo a la compañía estrella Huawei pueden ser solo el principio. Por ahora, es solo dinero.
Miércoles, 22 de mayo de 2019
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