¿QUE HACER?
Cinco permisos que debes darte cuando alguien te trata mal
Si quien nos trata mal pertenece a nuestro círculo más cercano, debemos dejarle claro que, si no cambia de actitud, tendremos que alejarnos para primar nuestro bienestar
Cuando alguien nos trata mal, tenemos tres opciones: reaccionar con inteligencia, dejarnos avasallar o reaccionar con agresividad.
Te proponemos 5 valiosos permisos con los cuales reaccionar de la forma más adecuada cuando alguien nos trata mal. Estamos seguros de que te serán de gran ayuda.
No es fácil gestionar esta situaciones de alta intensidad emocional donde se activan áreas muy concretas de nuestro cerebro.
Por ejemplo, cuando nos agreden, al momento toman el control áreas como el córtex prefrontal, la amígdala, el córtex cingulado anterior y la ínsula. A su vez, estas regiones se relacionan con el instinto de supervivencia y son las que, a menudo, nos hacen reaccionar con agresividad o mediante una conducta de escape.
Debemos gestionar estas situaciones a través de la inteligencia emocional. De este modo, no será el miedo ni la rabia quienes nos controlen.
1. Me doy permiso para recordar quién soy y lo que valgo
Cuando alguien nos trata mal, lo hace cruzando los límites de lo permisible. Se vulnera nuestra autoestima a través del desprecio, de las palabras agresivas, de la humillación e incluso del engaño.
Cuando atravesamos estas situaciones nos sentimos agredidos, porque atacan aquello que tanto nos ha costado construir: nuestro autoconcepto, nuestra autoestima, nuestra integridad personal. Si alguien nos dice “no vales para nada”, lo último que debemos hacer es montar en cólera y creer que es cierto. En primer lugar, no debemos tomar como una realidad las valoraciones ajenas. Hay que recordar que somos capaces de realizar todo lo que nos propongamos.
Lo que alguien diga de nosotros NO nos define. Así pues, vale la pena racionalizar un poco esas agresiones manteniendo el equilibrio.
2. Me doy permiso para poner límites a tu agresión
Visualiza la siguiente imagen: a tu alrededor flota un círculo dorado a modo de flotador. Es lo que te permite mantenerte “a flote” en todos tus entornos: en la familia, el trabajo…
Es tu sustento, la fuerza cotidiana con la que te abres camino. Sin embargo, un buen día aparece alguien que se acerca demasiado. A sus espaldas lleva una aguja afilada que, casi a traición, dirige a tu flotador para pincharlo y quitarle el aire. Tras esto, notas cómo empiezas a hundirte. No dejes que ocurra. Tienes todo el derecho a impedir que esto suceda, a defenderte, a poner límites entre lo que permites y lo que no.
Es un principio de salud mental: si algo o alguien te molesta, reacciona y defiéndete.
No permitas que se te acerquen tanto como para hacerte daño.
3. Me doy permiso para hablar con asertividad
Cuando alguien nos trata mal, las emociones toman el control para hacernos reaccionar con temor o con rabia. Estas dos opciones controlan nuestra área racional para impedirnos hablar con valentía y acierto.
En primer lugar, es necesario mantener la calma. Solo así podremos hablar con asertividad. Imagina un palacio, una sala blanca con ventanales abiertos por donde entra una luz serena. Entra ahí y respira. Nada de lo que digan o hagan los demás debe hacerte olvidar lo que vales y quién eres. Después, una vez percibas que estás en calma, habla. Actuar con asertividad significa ser capaz de hablar con respeto pero con firmeza, dejando claro qué permitimos y qué no. Habla sin miedo, defendiéndote.
4. Date permiso para dejar a un lado a quien te trata mal
Quien te trata mal no merece tu tiempo ni tus preocupaciones, ni mucho menos estar dentro de tu círculo social. Sin embargo, hay personas especialistas en crear problemas, en extender su mal humor y su desprecio hacia quienes menos lo merecen.
Sin embargo, somos conscientes de que, en ocasiones, quienes nos trata mal son las personas más cercanas a nosotros: compañeros de trabajo, familia, amigos e incluso nuestra pareja. Además, otra regla esencial de salud mental es recordar que quien te trata mal no te respeta, no empatiza ni sintoniza con tus emociones. No debe estar a tu lado. Vivir cada día en este tipo de dinámica tan tensa y destructivas no es lo adecuado. Por eso, es necesario reflexionar y tomar una determinación. Decir con claridad que no podemos permitir estos comportamientos y avisar de que, si esto continúa, deberás poner distancia. Tu salud emocional es lo primero.
5. Date permiso para sanar la herida y ser aún más fuerte
A veces quien más daño nos hace son las personas que tenemos más cerca de nuestro corazón.
Cuando alguien que nos es importante cruza el límite de lo permisible y respetable, son muchas las cosas que “se rompen” en nuestro interior.
A veces, no basta con poner distancia. La huella de la decepción está ahí y debemos sanarla. Para ello, date tiempo. Necesitas momentos para ti donde hacer lo que más te gusta para aliviarte, como pasear, escribir, pintar, viajar, quedar con amistades. Uno puede hallar consuelo y refugio en muchas cosas, pero el mejor modo de sanar heridas es rodearnos de personas que nos aman y respetan de verdad y que, a su vez, merecen ser amadas.
Sin embargo, si sientes que no puedes con alguna situación o emoción, lo mejor que es vayas con un especialista para que te pueda ayudar y guiar.
Así como hay personas capaces de traer tristezas y días grises, las hay que nos reinician de nuevo. ¡Búscalas y rodeate de ellas!.
Miércoles, 13 de marzo de 2019
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