EN TABAY
Lo envenenó con plaguicida en el mate cocido, lo degolló y lo enterró en un maizal
Ramiro Acevedo tenía 17 años y fue a la casa de su amigo Juan Acuña (17). Allí se produjo el crimen, en la primavera de 2009. La víctima había salido a Tabay para visitar a su novia. El caso se descubrió por su moto.
Ramiro Acevedo (17) tomó la moto y les dijo a sus padres que salía para visitar a su novia en Tabay. Pasaron las horas y el chico no regresó. La angustia de los familiares creció cuando se comunicaron con la chica, quien le respondió que el joven nunca estuvo en su casa. Se hicieron consultas con amigos y compañeros del colegio y nadie lo había visto. Avisaron a la policía. En la comisaría no había denuncia de accidente en la ruta que une Santa Rosa con Tabay. La búsqueda se intensificó. Surgió una versión de que estaba en Buenos Aires, pero luego se comprobó su falsedad. Un día, un mecánico le avisó al padre que un muchacho había llevado una moto para reparación y reconoció que el rodado era de Ramiro. Lo recordó por unos arreglos que había hecho. Alertaron a la policía y ubicaron a Juan Ezequiel Acuña (17), para que explique por qué tenía la moto de Ramiro y si sabía dónde estaba él. Aportó información contradictoria hasta que se quebró y admitió el crimen, contando con detalles de cómo mató a su amigo. Tres años después se realizó el juicio oral y público. Juan Acuña fue condenado a prisión perpetua. No dijo por qué lo mató.
En la escena de crimen El 28 de noviembre de 2012, los jueces del Tribunal Oral Penal Nº 1 se constituyeron en el domicilio donde mataron y sepultaron a Ramiro. En la recorrida, habló el testigo Pedro Cascarón Gamarra, quien, en su declaración del jueves 8 de noviembre, contó que vio a 6 personas, a las que identificó cuando efectuaban una excavación, pero que no sabía que tenían el cuerpo de Ramiro. El juicio comenzó el jueves 11 de octubre. A lo largo de 5 audiencias declararon 14 testigos, entre ellos los padres de la víctima. El imputado habló en la apertura del debate y brindó una versión diferente de cómo sucedieron los hechos. Todos los testigos que desfilaron ante el tribunal contaron sobre la vida de Ramiro y del acusado, y de lo que pasó durante la búsqueda. Solo uno, Pedro Gamarra, un cazador y pescador, dijo que esa noche vio a 6 personas cavando una fosa e identificó a cada una de ellas, entre ellas a la madre del imputado y un jornalero, Julio Hueso Fernández, quienes negaron haber estado allí. En ese lugar hallaron los restos de Ramiro.
La versión de acusado Juan Acuña acusó a una banda de narcotraficantes del homicidio de Ramiro. Durante su testimonio contó que, en el dormitorio de su casa, mataron a Ramiro y tuvo que hacer una excavación en el fondo de la vivienda.
“Ramiro me pidió prestada la casa para reunirse con su patrón. Así lo llamaba a un tipo, que sería Cacho Geller o Seller. Estuvieron en mi dormitorio con Roberto Sánchez y un tercero. Uno tenía un tatuaje en el brazo derecho. El cuarto tipo se llevó la camioneta blanca o gris claro en la que llegaron. Eso ocurrió el 19 de septiembre al anochecer”. También dijo que escuchó que discutían y que vio a unos de los hombres portando un arma de fuego en la cintura. “Me asusté. Uno me pegó en la cabeza y me obligó a tirarme boca abajo. Vi que sacaban a Ramiro como desmayado y lo llevaron al patio”. Aseveró que su madre no estaba en la casa. “Uno de esos tipos se acercó y me pidió una pala. Luego, me obligó a cavar una fosa. Me negué al principio, pero lo hice. Después se fueron”. Denunció que lo amenazaron y que debía actuar como si nada hubiera pasado.
El cadáver se asomaba en la superficie “Ese día, 19 de septiembre, le envié un mensaje de texto. Contestó muy tarde. Dijo que estaba bien y en Tabay, que se iba a quedar a dormir. Como no regresaba ni respondía, mi marido y mi hija fueron a buscarlo en un remís. Mi esposo dijo que Ramiro nunca llegó a Tabay y empezamos la búsqueda”, relató Elba Fernández, madre de Ramiro. El 23, en horas de la tarde, un mecánico se comunicó con Martín, el padre de Ramiro, indicándole que un joven había llevado a su taller una moto 110 c.c. con las mismas características de la moto de Ramiro, y que la reconoció por una reparación que le había realizado. El papá comunicó la novedad a la policía. Demoraron a Juan Ezequiel Acuña, a quien se le pidió que aclarara en qué circunstancias llegó a su poder la moto perteneciente a Ramiro. En principio, Acuña dijo que la había empeñado con el objetivo de contar con dinero para viajar a Buenos Aires, pero más tarde, se quebró y terminó confesando el crimen en la madrugada del miércoles 30. Admitió que primero le dio de beber veneno mezclado con mate cocido. Utilizó un plaguicida. Ramiro comenzó a sentirse mal y se desvaneció. Aprovechó para degollarlo. Cubrió el cuerpo con bolsas y lo arrastró hasta una plantación de maíz, que está a unos 150 metros de la casa del homicida, y lo enterró.
Jueves, 24 de enero de 2019
|