SALE LULA Y ENTRA HADDAD
Día 1 de una campaña frenética y crucial para la política regional
Llega por fin la hora del sinceramiento y de que cada sector juegue sus verdaderas cartas, todo a apenas 25 días de una primera vuelta imprevisible y decisiva no solo para ese país sino para toda la región.
No por nada ayer cayeron el real y la Bolsa de San Pablo. La encuesta de Datafolha divulgada el lunes a la noche, más esperada que nunca por la combinación de los ingredientes mencionados, decepcionó a los inversores. La postulación del ex banquero central y ex ministro de Hacienda Henrique Meirelles (con 3% de intención de voto) es un naufragio, la del exgobernador de San Pablo Geraldo Alckmin (apenas subió de 9 a 10%) no termina de levantar vuelo y el plan C que implica ese Bolsonaro políticamente de ultraderecha pero que jura estar dispuesto a abrazarse al libre mercado no logró, ni siquiera después del ataque, más que pasar del 22 al 24%. En el medio, mientras, crece una izquierda bifronte: el ahora laborista Ciro Gomes saltó del 10 al 13% y el heredero de Lula, Fernando Haddad, pasó, aun antes de la formalización de su candidatura, del 4 al 9%, ubicándose, error muestral mediante, en el grupo del segundo escalón detrás del exmilitar.
Incluso ausente en la lista del Partido de los Trabajadores y hasta del mundo de los hombres libres, Lula da Silva sigue siendo el eje de la política brasileña. Líder indiscutido en las encuestas hasta su inhabilitación, se lanza ahora a una operación compleja pero que ya supo coronar con éxito en 2010: consagrar un sucesor. En efecto, ese año lo hizo en favor de Dilma Rousseff, demostrando que le resulta más fácil "hacer" un presidente que dotarlo de fortaleza; ahora lo toca intentarlo con Haddad.
Sondeos anteriores ubican el potencial del traspaso de votos de Lula al exalcalde de San Pablo y ex ministro de Educación en un piso del 18%, a priori suficiente para poner a la izquierda en un segundo turno. Su popularidad inoxidable, la forma en la que el exmandatario exprimió la saga de su "proscripción", la movilización esperable de toda la maquinaria del PT, la fragmentación del escenario electoral y hasta el perfil de Haddad deberían ayudar a ese objetivo.
En efecto, el nuevo presidenciable petista es un moderado para los cánones del partido de izquierda. Paulista, está acostumbrado a lidiar con un electorado más bien conservador y a interactuar con la flor y nata de lo más concentrado del empresariado de Brasil. En sus apariciones públicas, se jacta de haber salido de su gestión en el Ministerio de Educación, que se hizo multimillonario en las administraciones de Lula y Dilma, sin una sola denuncia de malversación y recuerda, ante las recientes denuncias del Ministerio Público, que las mismas solo llegan un mes antes de una elección sin que, por años, nadie le haya reclamado nada.
Pero esos antecedentes y el haber salido indemne del fuego de la operación "Lava Jato" no son sus únicas credenciales. Haddad parece un hombre ideal para que el PT le hable a la clase media que alguna vez vibró con Lula y que hoy se espanta ante el espectáculo de la corrupción. Admite errores (básicamente en el Gobierno de Dilma), reprocha la pérdida del equilibrio fiscal, admite que las reformas fiscal y laboral pueden atenuarse pero no revertirse y hasta acepta discutir la previsional.
Sin embargo, Haddad no es Lula y nada le asegura que los votos de su mentor fluyan masivamente hacia él. Por un lado, lo dicho, porque la oferta del centro-izquierda incluye a Ciro Gomes, quien también fuera ministro del exsindicalista. Pero además porque sin este en la cancha, parte de ese caudal puede dividirse entre varios candidatos, desde los mencionados hasta la ambientalista Marina Silva, en aparente decadencia electoral, y hasta el propio Bolsonaro.
Además, el tiempo apremia para la transmutación de los votos y Gomes será algo así como un enemigo íntimo. Este martes, antes de que el anuncio se hiciera formal, lo atendió: "Hace dos años (cuando perdió la Alcaldía paulistana, Haddad) perdió con los votos nulos y blancos".
Por otro lado, el ser bendecido por Lula acarrea también costos, como tener que estar todo el tiempo respondiendo sobre corruptelas y eventuales indultos.
La palabra del momento es incertidumbre y esta se hace pesada en una elección en la que se juegan, nada menos, que el futuro de la mayor economía latinoamericana, la posibilidad de que la izquierda retorne allí al poder tras su eyección indecorosa de 2016 y, por qué no, una punta sobre un posible cambio de ciclo político (otro) en la región.
Demasiado para solamente 25 días de vértigo.
Miércoles, 12 de septiembre de 2018
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