TERAPIAS DE PAREJA, EL ESCENARIO TAN TEMIDO
Señales para identificar si es momento de iniciar una terapia de pareja
Circulan muchos mitos en torno a una alternativa que puede ayudar a recuperar el sentido común.
Están en la puerta de calle del consultorio, enfrentados casi espalda con espalda, en el camino por el pasillo ni se rozan, evitan el contacto, se sientan en los extremos del sillón, cuanto más lejos, mejor. Comienza a hablar él, cosa extraña:
—Así no podemos más —y rompe en llanto.
Ella se acerca, yo no intervengo aún, le pasa tibia, su mano por el hombro.
Él la abraza fuerte y ella llora también.
Llevan 15 años de casados. La rutina, hijos, colegio, horarios y agenda han devorado la pareja. Discuten, mucho y feo, todo el tiempo, con sus hijos delante en el último tiempo, ni ese recaudo pueden tomar a raíz del nivel de tensión. Mucho trajín, poco disfrute, sexo casi nada, así no hay pareja que resista.
Pregunto, aclarando que la pregunta quizás resulte extraña (como resulta hablar de amor en estos tiempos) pero es una cuestión importante, si aún se quieren. Contestan primero tibiamente, y después con énfasis que sí, que se quieren y mucho. Y aclaro esto porque el amor es condición necesaria -no suficiente- para poder dar curso a un proceso terapéutico de parejas.
Comenzamos a trabajar hace unos meses con ellos y hoy ya caminan mucho más a la par rumbo al consultorio. En este caso, simplemente se trataba de tomar decisiones sabias respecto a la distribución del tiempo. En el afán de ser buenos padres se habían olvidado que antes de tener hijos eran un hombre y una mujer que se querían y elegían.
Sólo recordar eso reactiva la pasión y el entusiasmo, y sus hijos tienen hoy una madre y un padre que la pasan bien juntos. Es negocio por donde se mire ¿no?
Terapias de pareja, el escenario tan temido
Cuando se habla de terapia de pareja los prejuicios y mitos están a la orden del día:
-“Cuando llegas a la terapia de pareja es porque ya te separás”
-“Los trapitos sucios se lavan puertas adentro”
-“Los psicólogos son todos pro separación”
-“Yo no estoy loco para ir a hacer terapia”
Y siguen las firmas…
Lo cierto es que cuando algo que nos genera un malestar, ya sea en el plano individual o con nuestro grupo familiar, es menester resolverlo. Si nos duele la cabeza intentamos relajarnos. Luego, si no alcanza un analgésico y ya nada resulta, iremos al médico. Con el dolor psíquico es igual, y cuando se trata de los vínculos aplica de la misma forma.
Planteo siempre en las primeras entrevistas que, si bien el deseo del terapeuta no es lo primordial en un espacio de estas características, en lo personal cuando apunta hacia la reconstitución de aquello que se ha dañado me alegra y reconforta.
A veces, sin embargo, es irremediable trabajar en la gestión de la disolución del vínculo. Si la pareja esta atorada, sin posibilidades de remontar el vínculo pero tampoco de separarse, y sufren ellos y los hijos, pues lo saludable y posible allí es ayudar a disolver los miedos, fantasmas y cuestiones que no permiten el cierre sano de la relación. Siempre una separación es dolorosa, pero a veces el aferrarse a lo conocido o, como se dice en estos tiempos, a la zona de confort, termina siendo más toxico que el mal que se intenta evitar. No va a ser sin dolor, no va ser sin miedo, pero si tiene que ser que sea para así evitar el “síndrome de la Guerra de los Roses”.
Cuando el 4 se devora al 2
Uno de los puntos más frecuentes de consulta tiene que ver con la caída estrepitosa de la magia, mariposas, violines y demás accesorios propios de la etapa de enamoramiento. El disfrute se vuelve especie en extinción, y no hay relación que soporte tal cosa. Es muy difícil regular los tiempos para que los hijos tengan los padres que necesitan, la casa el tiempo que requiere, y la pareja no quede olvidada en un rincón.
En una de las modalidades de trabajo con parejas que implemento llevo a cabo junto a una colega y amiga especialista en estas lides un seminario de fin de semana en donde distintas parejas comparten actividades de todo el día. Es muy impresionante y gratificante ver cómo, en general, al finalizar la primera jornada, los encuentros comienzan a producirse.
La última actividad del primer día es una clase de yoga para parejas. Al finalizar la misma proponemos en esta tónica de volver al punto de conexión esencial y a menudo perdido: que se miren a los ojos durante un tiempo. Sin más, mirarse y ya.
Son conmovedoras las escenas que se producen, vuelven a ver que quien tenían todos los días en el otro lado de la cama, enfrente en la mesa, tan presente que eran a menudo perfectos desconocidos. En ese ejercicio, y en ese instante, suele haber un punto de inflexión como sintiendo y diciendo: “Estas acá, y sos vos”. Se produce un redescubrimiento que solo será efectivo si se sostiene en el tiempo.
Quiero decir, me ha pasado muchas veces de buscar anteojos que tengo puestos, o llaves que tengo en la mano.Producto del apuro, de las ansias de tener situaciones resueltas, solemos no poner en perspectiva nuestra propia necesidad y nuestro propio deseo, y nos ahogamos en mares de barullo cotidiano. Tanto correr para llegar a ningún lado.
Y es frecuente que la compañera o el compañero que tanto se extraña esté ahí enfrente, solo que en medio del torbellino de discusiones, pañales, juguetes, cuadernos, uniformes, artículos de limpieza quede sepultado bajo todo este cúmulo de cosas.
“No discutan hasta la próxima sesión”
En el consultorio, y en las entrevistas de pareja uno de los ejes es el reencuentro y volver a formular acuerdos y contratos que han quedado obsoletos.
Suelo decirles a las parejas en tratamiento que eviten discusiones entre sesiones, y que las traigan a la consulta. Suena extraño pero es sencillo.
En la comunicación del cotidiano suele ocurrir que las parejas no saben discutir. Pelean, y mucho, pero el arte la discusión es parte esencial de la convivencia. Es plantear diferencias. Escuchar al otro. Dar el tiempo para que quien tenemos enfrente argumente y se explaye poniendo la atención en lo que dice y no en la respuesta que vamos a dar, como un partido de truco, y quiero retruco, y quiero vale cuatro.
Es poder negociar con lo que uno quiere, consensuando en la intersección entre el deseo propio y lo que la pareja precisa. Es poder poner la mente en funcionamiento antes que la lengua en movimiento. Es todo eso, y no son habilidades que suelan ser parte del cotidiano de la vida en pareja.
Y a veces me encuentro en mi consultorio como dirigiendo una orquesta. Habla él, habla ella. Mírense a los ojos cuando conversan. Dejá que termine de hablar, respirá y oí, por favor. Es un aprendizaje interesante e imprescindible.
Tiene que hacerse, y al comienzo será dentro del dispositivo terapéutico para que como todo aprendizaje en la vida puedan después gestionarlo a solas. Las herramientas de comunicación efectiva y comunicación emocional son una de las claves para que la pareja vuelva a comunicarse y retome el disfrute compartido.
Indicios para llegar a tiempo a la consulta profesional
-Las discusiones son parte saludable, inevitable de la convivencia y el roce de lo cotidiano. Pero cuando la constante, la sensación térmica es siempre “estar al borde del abismo” y las discusiones se hacen monarca se enciende la luz roja. Si la mayor parte de la comunicación navega en los mares de las peleas, algo anda definitivamente mal. Y no sirve el consuelo de que “todas las parejas pelean”. Mal de muchos…
-Sentirse cómodo, como en casa, es una condición imprescindible para el buen funcionamiento de un vínculo. Ser espontáneos, frescos, naturales es signo de buena salud de la relación. Si esto deja de ser habitual, algo habrá que hacer. Si la tensión es moneda corriente, si los malos humores, los malos tratos, si el aire se corta con un cuchillo, pues manos a la obra.
-Muchas veces nos acostumbramos a nuestras propias mentiras. Esto es, el ser humano suele transitar gran parte de su vida en situaciones que no son saludables, pero el miedo a lo nuevo hace que estas se naturalicen y pasen a ser parte de una especie de “inevitable”. Pensar en los males mayores suele ser el consuelo para no intentar estar mejor. La resignación, decía Balzac, es el suicidio de lo cotidiano. Y una pareja resignada, no solo hipoteca su capacidad de ser feliz, sino que muestra al afuera, hijos incluidos, un techo muy bajo en el intento de una vida plena y apasionada.
-Cuando la columna izquierda le gana a la derecha por favor, consulte a su terapeuta. Explico esto: si dividimos una hoja imaginaria en dos, la columna derecha será lo que decimos, la izquierda lo que pensamos sin desagotarlo. Si en uno de los dos, o en ambos, la acumulación de cosas sin decir para evitar el conflicto se hace interminable, la consulta es necesaria. Como un desagradable forúnculo, es necesario que drene lo que enferma, y que se haga en entorno controlado, porque si no será inmanejable.
-Cuando la cama solo es un lugar para dormir ¡peligro! El buen sexo, la buena química, la piel en una pareja es condición necesaria pero no suficiente. Por supuesto que la rutina, los hijos, y los avatares de la vida cotidiana modifican el ritmo de la vida sexual. Pero si los encuentros amorosos tienen la frecuencia de un eclipse algo hay que hacer antes que se naturalice y deserotice el vínculo por completo.
-Si las salidas de a dos se han perdido, pues a buscarlas. Suelo ejercer en este espacio vincular las veces de asesor de sitios para cenar, o espectáculos para disfrutar de a dos. Los roles de terapeuta y consultor de esparcimiento se tocan en el punto en que si no pueden divertirse juntos no habrá proyectos, y si no hay proyectos, se marchita lo que fue, y mientras quede algo de brasa, algún fuego siempre se puede remontar, solo hay que saber cómo y dónde soplar.
En tiempos donde reina el miedo a sufrir por amor y los vínculos se enmascaran bajo la pantalla de la elección de la soledad, los espacios que permitan reestructurar y dar recursos a quienes apuestan a una relación saludable deben ser preciados. La terapia de pareja podrá ser finalmente un camino y no fin en sí mismo. Será un trampolín hacia un estado más pleno y saludable, será un espacio donde pueda ser posible el encuentro que se ha perdido para recrearlo luego en el afuera.
En lo personal creo en mirarse a los ojos, creo en caminar la vida de a dos, creo sobretodo en que en esta vida no podemos darnos el lujo de no hacer el intento de ser felices.
Jueves, 8 de febrero de 2018
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