ENTERATE DE QUE SE TRATA
Claves para no repetir viejos errores en tus relaciones
No es fácil el encuentro con el otro. Como tampoco es sencillo el encuentro con uno mismo. En la maquinaria de nuestra mente, la multiplicidad de factores en juego es tan amplia como abrumadora. Somos mucho más que dos, cuando interactuamos se echan a rodar fragmentos de nuestras vidas procesados de extrañas maneras.
Psicología No es fácil el encuentro con el otro. Como tampoco es sencillo el encuentro con uno mismo. En la maquinaria de nuestra mente, la multiplicidad de factores en juego es tan amplia como abrumadora. Somos mucho más que dos, cuando interactuamos se echan a rodar fragmentos de nuestras vidas procesados de extrañas maneras.
“Yo sé que es un buen tipo, pero se me cruzó porque me hace acordar a González, el turro de González, él no tiene la culpa ¡¡pero se le parece tanto…!!"
“La mina es divina, pero se ríe igual que Florencia y le gustan las mismas cosas, la miro y la veo a ella, no me la puedo sacar.”
Mirá también Las cuatro trampas del deseo y claves para superarlas En los dos casos (con González y con Florencia) lo que se juega es el mecanismo de la proyección. Qué cosa compleja la mente, cuántos recovecos difíciles de recorrer, cuántos rincones a los que no llegamos por más esfuerzo que hagamos para estirar los brazos y agarrar la punta del ovillo. Trataremos de entender algunos de los mecanismos que se ponen en marcha cuando nos movemos en el mundo social.
Como en el cine, bienvenidos al mundo de la proyección:
“¿Sabes cuánto tiempo hace que quiero decirte esto? Para mí vos eras imposible, te miraba y me parecías inalcanzable. Tan bella, tan inteligente, segura de vos misma, con todos los ojos puestos sobre tu bella persona. ¿Qué te ibas a fijar en mí? Así como me ves, no me la creo ni un poquito, pero si no te lo escribo me voy a volver loco, lo digo, y que sea lo que Dios quiera. Si te parezco un tarado ya está, veré que hago con eso. Pero muero por vos, sos bella, sensible y se me mueve la lapicera de los nervios (y no estás ahí todavía) . Pero estás en mi cabeza, y ojalá me equivoque, pero siempre te veo tan firme, pareciera que no necesitás de nadie. Te quiero invitar a lo que quieras…a cenar, a un café, a un crucero. Es un poco cobarde esto pero es a lo que me animé, te dejo un beso y espero señales de humo desde el piso 7.”
Me muestra esta carta y llora, sencilla, con lágrimas de felicidad, calma pero llora.
Clara tiene 35 años, alta, bella e imponente. La carta la escribe Esteban, compañero de la empresa en la que trabajan, y de quien Clara espera esta invitación, o cualquiera, desde hace 258 días (ella es muy minuciosa y tiene contados exactamente el tiempo pasado desde la fiesta en la que se conocieron), cuando se fusionaron sectores de la empresa en la que trabajan.
Mirá también Por qué peleamos y cómo aprender a evitarlo “Dejá de mostrarte como la Mujer Maravilla. Dejá que entren a tu mundo, ¡a quien engañas con el cuento de la que “no necesita de nadie?" Esto es lo que veía Esteban y, en consecuencia, no se animaba siquiera a acercarse a esta mujercita sensible que proyectaba en sus intentos de relación de pareja un pasado complejo con los hombres de su propia familia. Un padre muy duro, un hermano cruel, y Clara, para defenderse, proyectaba en cada hombre que se quería acercar la máscara de la indiferencia.
Sin soltar su pasado, no podía agarrar su presente, y mucho menos su futuro. Clara se miraba en el espejo y viendo a su lado a quien no podía dejar de mirar no se percataba que allí estaba quien ella quería encontrar. Por suerte Esteban se animó a algo más y hoy viven juntos y felices con su pequeña Estefanía.
Ponerse en los zapatos del otro “Yo soy para ellos, mi vida son, y me hace feliz poder darles lo mejor de mí. Me enojo mucho porque no valoran todo lo que hago, pero lo importante es que sean felices.” Habla desde el sillón de mi consultorio, con sus 45 años a cuestas y ojeras que son marca de mucho tiempo de olvidarse de sí misma. Mónica vive con y para su marido y dos hijas. Pequeñas ellas, deportistas y buenas estudiantes. Hacen gimnasia artística, tienen medallas, una de ellas de un mundial.
Mirá también "Ya va a llegar": cómo manejar el miedo a la soledad Mónica no duerme muchas veces, tiene que coser los trajes de sus pequeñas, bordados con amor y con cansancio, en iguales proporciones. Su marido trabaja mucho, todo el día, pero dentro de la casa solo hace las veces de huésped. "Esto no es un hotel", dice una y otra vez Mónica, enojada, llorando, furiosa, a sus hijos y a su hombre.
Y tiene razón, su casa no es un hotel, y ella no debiera ser la responsable, encargada y gerente de ese all inclusive.
Todos queremos lo mejor para los nuestros, la más perfecta de las vidas, el más feliz de los destinos, que sean sanos, sabios, buena gente, compañeros. Queremos que resuelvan, que se hagan responsables. En el entretejido de la vida, cada quien carga sobre sus espaldas lo propio, la mirada y el deseo de los demás sobre uno mismo.
Mirá también Señales para identificar si es momento de ir al psicólogo Pregunto en mis charlas hablando de modelos familiares, que levanten la mano los padres sobreprotectores, los autorreferenciales y por último, que levanten los brazos las madres pulpos. Risas, miradas cómplices entre maridos, hijos y esposas, y lentamente, unas dos, diez manos en alto. “Alcen sin miedo los tentáculos” arengo, y ahí son muchas más las que se animan. Pregunto si la pasan bien las madres pulpos, y dicen claramente que no.
La madre pulpo:
Hace por ella y por todos. Jamás delega. Si lo hace protesta largo rato por lo que no hicieron como ella. No la pasa bien ella, y no la pasa bien nadie. El juego de la hiper empatía, el juego en el que todos pierden, aunque no se note. Ella por exceso de actividad, sus hijos porque se discapacitan, y a los 25 años no saben prepararse un café con leche. Y finalmente su marido quien se trasforma en hombre ameba y mira a la sombra de su mujer como todo queda resuelto. Y queda bajo el amparo de esta esposa madre en una relación que entre tantas otras cosas se deserotiza. En consecuencia: no son felices, no del todo.
El espejo que Mónica proyecta es el de su propia necesidad de ver felices a quienes quiere, por su propia frustración a veces, por mandatos impuestos o autogestionados, por lo que fuera, pero es más fuerte que ella, y que ellos. La buena noticia es que cuando alguien se mueve del sistema todos reaccionan, con dolor, con bronca, con malestar, pero reaccionan. Si los tentáculos se sueltan, la rueda gira para otro lado, el equipo aparece, los hijos se despiertan y el hombre ameba deja de serlo. Y fueron felices, y comieron perdices cocinadas por todos y no por uno solo.
Herramientas para vincularse saludablemente Despejar el terreno de estímulos que interactúan, porque en estos tiempos de hiperconectividad manejamos más data de la que podemos abarcar. De a una cosa por vez, monitores afuera cuando de vínculos cara a cara se trata. Miremos adentro nuestro, reconozcamos nuestro sentir y armemos su recorrido desde nuestra historia. Sino están elaboradas, las historias se repiten, porque están mal aprendidas, o mejor dicho, bien aprehendidas, en tanto agarradas. Busquemos el equilibrio, complejo pero posible entre egoísmo (amor por uno mismo) y altruismo (amor por el otro). Distribuyamos nuestro tiempo sin olvidarnos de incluirnos en nuestra propia agenda. Mirá también Por qué una dosis de egoísmo es necesaria Estemos alertas a mirar al otro lo más despojado posible de nuestra propia historia. Identifiquemos los mecanismos proyectivos que nos llevan a poner ropa de nuestros “fantasmas” sobre las personas que están cerca nuestro. “Lo pasado pisado”. Intentemos que la historia sea lo más maleable posible, si nos pesa y la arrastramos como grillete nunca podremos mirar hacia adelante -No pongamos en boca del otro lo que nosotros sentimos. Miremos entonces a quien tenemos frente nuestro desde su propia historia, no pongamos la propia en primera plana, seamos empáticos en su justa medida. Difícil, pero posible. Cuando encontramos el punto exacto de armonía en las relaciones humanas suena la música como sinfonía excelsa.
Mirá también Cómo protegerse de familiares tóxicos El encuentro con el otro es un laberinto de espejos, y muchas veces estos no reflejan a quien tenemos enfrente. Los cristales muestran como en una suerte de Alicia en el país de las maravillas, nuestros fantasmas, deseos, miedos, historias no resueltas, pesadillas.
El desafío es identificar a quien tenemos enfrente y ser directores, actores, escenógrafos y protagonistas de esta maravillosa puesta que es la vida.
*Alejandro Schujman es psicólogo especializado en familias. Director de Escuela para padres. Autor de Generación Ni-Ni, Es no porque yo lo digo y coautor de Padres a la obra.
Viernes, 5 de enero de 2018
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