EL POMBERO YA NO ESTÁ SOLO
Homenaje a Marily Morales Segovia
La espera terminó. Hubo un día de febrero en que aquellas siestas correntinas colmadas de silencios, de lugares impregnados de sol y de pájaros libres, fue interrumpido. Ella fue a su encuentro muy despacio, tal como hablaba, porque no era cuestión de andar interrumpiendo los silencios con palabras necias o melodías desafinadas.
Homenaje a Marily Morales Segovia Por Gladys Mercedes Acevedo *
El Pombero ya no está solo.
La espera terminó. Hubo un día de febrero en que aquellas siestas correntinas colmadas de silencios, de lugares impregnados de sol y de pájaros libres, fue interrumpido. Ella fue a su encuentro muy despacio, tal como hablaba, porque no era cuestión de andar interrumpiendo los silencios con palabras necias o melodías desafinadas. Siempre supo muy bien las reglas de esta tierra. Llegó a su encuentro con el suave aletear de los pájaros sabios o solitarios y con algún silbido de chamamé aflorando en los labios que le había quedado impregnado de la memoria de este mundo. Marily fue a su encuentro como esas madres menesterosas de añoranzas que a fuerza de extrañar no lo ha dejado nunca de nombrar. En la tierra llovía, pero en ese lugar reservado para los reencuentros brillaba el sol y la luz era tan intensa que apenas cabía lugar para adivinarse. El estaba allí con su enorme sombrero de alas anchas rodeado de pájaros que subían y bajaban cantando, como si estuvieran de fiesta. El Pombero ya no estaba solo, aunque por un instante sintió nostalgia de esas tierras que ella le había hecho recorrer y amar como si fuera propia.
(*) Directora del Museo Gauchesco Curuzú de Goya.
Martes, 21 de febrero de 2017
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