OPINIÓN
La Ciudad que todos imaginamos es posible
La Ciudad de Buenos Aires es el distrito más rico del país. Su participación en el PBI nacional es del 25%, mientras que su Producto Bruto Geográfico superó en 2012 los$ 500 mil millones.
La Ciudad de Buenos Aires es el distrito más rico del país. Su participación en el PBI nacional es del 25%, mientras que su Producto Bruto Geográfico superó en 2012 los$ 500 mil millones.
Esta riqueza se refleja en el presupuesto de la Ciudad, que es diez veces más grande que el de Córdoba y Rosario. En Buenos Aires, está claro, el problema no es la escasez de recursos, sino cómo se los asigna.
El proyecto de presupuesto 2014 demuestra que el PRO es coherente con lo hecho en años anteriores, donde a pesar de prever un aumento del 45 % en los recursos, baja la participación de servicios esenciales como la salud y la educación, a lo que se le suma las ya crónicas subejecuciones y las transferencias presupuestarias regresivas denunciadas recientemente por La Fábrica Porteña.
El propio Gobierno de la Ciudad proyecta para el próximo año un notable aumento de los recursos, que pasarían de $ 47.108 para este año a casi de $ 60.000 millones para el 2014, superando en 4,69 veces el presupuesto del 2008.
Esta evolución de los recursos, muy por encima de la inflación, se explica por el crecimiento de la economía y a los sucesivos impuestazos en ABL, Patentes, Sellos e Ingresos Brutos que sufrieron y seguirán sufriendo los porteños.
Sin embargo, lo más llamativo y preocupante es que este aumento de recursos fue acompañado de un crecimiento significativo de la deuda que según surge del mensaje presupuestario ascenderá a U$S 1.900 millones, triplicando la del 2007 (era de U$S 570 millones).
Es difícil entender por qué ante semejante aumento de recursos el gobierno de la Ciudad opta por triplicar su deuda y aún resulta más ilógico, si se observa que una parte importante de los préstamos luego se subejecutan.
Durante el 2012 el GCBA ejecutó en obras sólo $ 4.587 millones de los $ 6.138 millones presupuestados, destacándose los bajos niveles de ejecución en el programa de expansión y ampliación de la red de subterráneos, en obras para el desarrollo de la infraestructura de la red pluvial, en el Programa de Gestión de Riesgo Hídrico, en la Unidad de Proyecto Especial del Arroyo Maldonado, en infraestructura urbana y escolar, y en mantenimiento y equipamiento de hospitales.
Si se analiza el gasto del gobierno del PRO surge que no produjo ningún cambio sustantivo en materia de inversión pública, manteniendo la participación de los gastos en infraestructura que en promedio para el período 2008-2013 fue del 16,55%, similar al observado para los años 2004-2007, que fue del 16,51%.
Por el contrario, en donde sí hubo cambios, pero regresivos, fue en salud y en educación cuya participación se redujo en dos puntos en el caso de la salud y en cinco en el de educación.
El gobierno del PRO revela un modelo de gestión opuesto al nacional. Mientras el país se desendeudó, la Ciudad multiplicó su pasivo innecesariamente. Mientras el gobierno nacional estimula la demanda agregada transfiriendo ingresos a los sectores más vulnerables, a través de las paritarias, la movilidad jubilatoria y la Asignación Universal por Hijo, el PRO sube los impuestos de manera indiscriminada.
Mientras en todo el país crece la inversión en infraestructura, en la Ciudad nos resignamos a obras menores que no terminan de resolver integralmente ninguno de los problemas de los porteños.
Las elecciones del 27 de octubre representan una oportunidad para elegir el rumbo de los próximos años. Debemos decidir si nos conformamos con una Buenos Aires lejos de sus posibilidades, o si nos animamos a empezar a construir la ciudad que soñamos los porteños y la Capital que merecemos todos los argentinos.
Viernes, 18 de octubre de 2013
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