DEPORTES
Vélez eliminó a Argentinos Juniors por penales y jugará la final de la Copa de la Liga
El Fortín se impuso desde los doce pasos, luego de empatar sin goles en el tiempo reglamentario. El conjunto de Liniers terminó con diez por la expulsión de Braian Romero a los 14 minutos del primer tiempo.
Ganó, Vélez. Y a lo Vélez. El grito de Lenny Lobato fue algo más que un festejo. Fue un desahogo -detonado en San Nicolás pero con réplicas en Liniers- que trascendió a la tensión liberada por la victoria en los penales frente a Argentinos: el triunfo no fue más que una alegoría de la resiliencia que el equipo -ahora de Gustavo Quinteros- ejercitó en el último año calendario. Pasando de pelear la permanencia en 2023 a estar a un partido de volver a gritar campeón tras una década.
Seguir Leyendo: Muerte de un jugador: "La ambulancia tardó 15 minutos" Vélez ganó resistiendo. Demostrándose a sí mismo su propia fortaleza. Quedarse con un jugador menos a los 12 minutos -una expulsión tan imprudente como evitable de Braian Romero- fue otro test más para un cuadro habituado a resistir, a pelear contra la adversidad.
Que arrancó el año con un golpe con riesgo de nocaut -un 0-5 frente a River que generaba dudas en torno al deté que había llegado a Liniers para relevar al Gallego Méndez- pero se levantó y siguió. Que se metió en los playoff con una victoria ante Independiente Rivadavia pero también por una combinación de resultados favorable.
Que en los cuartos de final y ante la revelación del torneo, Godoy Cruz, debió sobreponerse a otra roja. Y lo ganó. Y que en pleno tránsito del torneo tuvo que expulsar a cuatro jugadores acusados de un gravísimo delito de género cometido, además, en la propia concentración.
Vélez ya había ganado el partido a pesar del 0-0. Por la fortaleza que mostró su última línea, cerrando los potenciales pasillos para que por allí no atacaran Romero, Herrera o Coronel. O que la pelota no le llegara con claridad al killer Gondou. Y a la vez por la contagiosa entrega de Pizzini y Thiago Fernández, filosos ofensivos que generaron cuatro situaciones clarísimas de gol, todas desactivadas por Rodríguez.
En contraste, Argentinos empezó a perder la semifinal cuando no supo entender de qué modo capitalizar el manejo de la pelota -su máxima virtud- para sacar provecho de su superioridad numérica.
Aunque Guede retocó y logró, ya con el rival desgastado, exigir un poco más a Marchiori -protagonizó un atajadón a Herrera que valió un gol- le faltó intensidad. Se plagió sin ideas nuevas, casi como si se tratara de un equipo dogmático que no puede pecar tirando un centro. Una señal de ello: lejos de aguijonear por instinto, en su último ataque -y en tiempo adicionado- siguió tocando en la búsqueda de un espacio, incluso corriendo el riesgo de que Tello pitara el final y lo dejara sin chances de concluir esa acción potencialmente decisiva.
Casi como si el libreto se repitiera como un loop, en los penales Vélez también empezó abajo: Rodríguez le adivinó el penal a Juani Méndez. Pero lo levantó. Aprovechando el yerro de Herrera y luego el atajadón de Marchiori a Gondou. La puntada final: el toque preciso de Lobato para que la clasificación se sellara y la resiliencia se premiara. Y la sensación de renovación -y de etapa de sufrimiento archivada- tomara fuerza.
Lunes, 29 de abril de 2024
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