INFLACIÓN SIN CONTROL
Sergio Massa apuesta, por el momento, a seguir con el "Plan Demonio"
Recurriendo a conceptos de la estrategia futbolística, el equipo económico no jugará el resto del campeonato 2022 con un “falso 9”, sino que defenderá con línea de 3, o sea, tres zagueros “666”. Así podría resumirse la táctica económica de lo que viene.
Si alguien esperaba algún plan de estabilización, setentoso u ochentoso, mejor que se siente cómodamente a esperar; a lo sumo el equipo económico de Sergio Massa aspirará, por ahora, a cerrar el año manteniendo el "Plan Demonio". Es lo que hay. Por el momento no pidan más.
Es que bajo la premisa oficial de evitar a toda cosa una mega-devaluación y encarar un ajuste fiscal y monetario, en el Palacio de Hacienda saben que no alcanza para bajar la fiebre inflacionaria. Por eso todo indica que tras haber ganado tiempo en agosto y septiembre, y sin haber todavía un sendero claro para el último trimestre del año, por ahora, el equipo económico mantendrá la diabólica estrategia del triple 6.
No se trata ni de prácticas esotéricas ni de ciencias ocultas, sino más bien de la táctica que el binomio Massa-Rubinstein mantendrá para conducir la economía hacia el 2023. En qué consiste, en evitar el desacople de la tríada clave, tasa de interés-devaluación-inflación. La fórmula escogida es el 666, o sea, tasa de interés del 6% mensual, devaluación del 6% mensual y tasa mensual de inflación del 6%. De ahí que un tiempo atrás un legendario economista la calificó irónicamente como la fórmula diabólica.
Claro que al Fondo Monetario Internacional (FMI) le gustaría ver más un 7% de tasa, un 6% de devaluación y un 5% de inflación, para desactivar presiones cambiarias y apuntalar la demanda de dinero y bajar las expectativas inflacionarias. Pero el equipo argentino se contenta con ir, en el mejor de los casos, a un triple empate, digamos en torno al 6,5%.
El mes pasado se vio que hubo una fuerte suba de la tasa pero corriendo por detrás de la inflación, y si bien se aceleró la tasa de devaluación (crawling peg) lo hizo también por detrás de la inflación. Con este diabólico mix el equipo económico procurará mantener bajo control el impacto del crecimiento exponencial de la deuda remunerada del Banco Central (BCRA) y a la vez ir licuando el gasto público corriente. Y cada tanto, como en todo proceso de alta inflación, ir reacomodando las piezas, dando algún bono solidario y así sucesivamente, hasta que la realidad imponga un verdadero plan de estabilización.
El advenimiento de Massa al Palacio de Hacienda hizo que en agosto, para ganar tiempo, se anunciara un mayor control del gasto público, la implementación de la segmentación tarifaria, un anticipo de Ganancias para grandes empresas y un aumento a jubilados y más planes sociales. También se realizó un canje de deuda pública en pesos, se subió la tasa de interés, más otros anuncios demagógicos como la auditoría de los planes sociales.
Luego en septiembre, para volver a ganar algo de tiempo, se lanzó el programa dólar soja, se agilizaron desembolsos con organismos internacionales, hubo algo de anticipo de exportaciones contra deuda del BCRA al igual de un régimen especial para la minería e hidrocarburos. Así se recuperaron reservas.
Hasta acá la estrategia fue replegarse y aguantar. Mientras tanto, nada de todo esto, incluso el apoyo del FMI, sirvió para descomprimir las expectativas de devaluación ni para bajar la inflación estacionada en el 6% y 7%. Entonces, comenzado octubre, empezaron a oírse cantos de sirenas sobre el arribo de un plan de estabilización.
Ahora bien, a quién se le ocurre hacer trascender el lanzamiento de un plan de estabilización, con lo que ello implica, más si encima se habla de congelamiento de precios. Salvando las distancias, es como avisarles a los ladrones que viene el patrullero. Dicho esto en referencia a la construcción de expectativas.
Pero lo cierto es que ya se conocieron los lineamientos o planes, y no se parece en nada a un plan de estabilización, como los que se conocieron a lo largo de los ’70 y los ’80. “Precios Justos”, “Ahora 30”, “Bono especial” y suba del “Mínimo no imponible”. Es lo conocido hasta ahora. No parece un esbozo de combate frontal contra la inflación. Es lo que hay, parece, lo que se puede, bajo el contexto socio-económico y político actual, a un año de las elecciones presidenciales.
Como están las cosas es difícil que la tasa de inflación baje en forma sustancial, digamos, al 2% o 3% mensual. Nobleza obliga, tampoco el acuerdo con el Fondo garantiza no tener que devaluar ni que baje la inflación.
Todas las iniciativas, hasta ahora, del team Massa sirvieron para que la crisis -recordar el clima de julio pasado- no escalara más, o sea, no se desmadrara la situación de por sí muy delicada. Sin embargo, todavía persiste la incertidumbre cambiaria, más aún cuando el superávit comercial empieza a decaer, y no hay ni cepo ni restricciones a las importaciones que alcancen. Es clave ver cómo se comporta el BCRA en el mercado de cambios, si vende o compra al final de cada rueda. Mientras tanto, el tipo de cambio se sigue apreciando. Otro problema.
El haber intentado ir por el camino de un clásico ajuste pero sin devaluación, permitió ganar tiempo. ¿Cuánto más? Dios dirá. El nivel de conflictividad política y social, la alta inflación, la presión cambiaria y la tensión en la calle es sin duda una combinación inestable, de carácter impredecible.
Con el triple 6, por el momento, podrán ir llevando la expansión monetaria mensual sin que explote e ir contentando, muy parcialmente, todas las demandas de la sociedad. Pero no se vislumbra como una estrategia de largo alcance, algo más en 2023 deberá verse. Pero justo es año electoral.
Martes, 18 de octubre de 2022
|