CHARLAS DE CAFÉ
Superlasciva, la banda de Goya que sabe disfrutar de las pequeñas cosas
Roberto Decotto es la voz envidiable del grupo, que ya tiene ocho discos. “Estamos con mucha expectativa por el que estamos lanzando en febrero”, aseguró. La primera vez que vi a este muchacho me llamó la atención lo que él y sus compañeros de ruta pretendían hacer con su música. Soñaban en grande, como sueña cualquier joven que pisa los 20 años. Claro que no siempre las expectativas terminan desencadenando en la realidad, sobre todo cuando se habla de bandas y sonido, que no siempre terminan pegando.
Sonaban distinto cuando los escuché. Me dejé seducir por un par de canciones e incluso a una de ellas la debo haber escuchado infinidad de veces, quizás porque, para mis magros oídos, eso era lo que más me sonaba a hitazo. De aquellos encuentros y esporádicas entrevistas a este presente, pasaron casi dos décadas. Mientras yo seguí intentando en los medios locales, aquel buen muchacho se volvió ingeniero, se convirtió en padre y dedicó bastante de su tiempo a armonizar sus ansias. Pero nunca dejó de hacer música. El joven ingeniero es Roberto Decotto, la voz envidiable de Superlasciva, una banda oriunda de Goya que desde siempre se radica en Buenos Aires y ya tiene ocho discos por el lomo. A decir verdad, está llegando el octavo. “Estamos con mucha expectativa por el disco que estamos lanzando. Son 11 temas. Lo hemos venido mostrando de a poco, a modo de simples, venimos presentando cada canción de manera virtual. En febrero sale el disco entero, obviamente no en forma física”. Es que hay mucho cambio, como dije, de aquel entonces a estos días. Uno de ellos tiene que ver con este mundo cada vez más virtual y distante que nos une de otra forma. “Nosotros agarramos, te diría, la decadencia del disco físico y el inicio de todo lo digital. Aun así siempre hemos trabajado mucho en la realización tanto artística musical como gráfica de lo que siempre presentamos. De hecho, también lo hacemos ahora: nuestras canciones en Spotify suenan y vienen acompañadas de una imagen, un diseño particular, que las identifica. Creemos en eso. No somos de los que colocan la foto de la banda para identificar. Hay un mensaje gráfico también, y lo exponemos”. Si algo no se les puede negar a estos creadores es que siempre han ido por más, porque entienden que cada aporte es vital para la cultura. “Nosotros hacemos música porque nos gusta. No vivimos de la música, pero somos en esencia músicos. Y eso nos permite hoy mirar las cosas desde un lugar diferente”.
Los buenos cambios
Ese lugar desde el que observan sirve también para contemplar el cambio de “una industria musical que antes buscaba talentos, artistas y los moldes en vez de buenos proyectos. Y hoy está a la caza de gente que la pega en las redes, que sube algo que gusta y no contempla si es bueno, si es de calidad o no”, reflexiona. Y sirve para ponerle una mirada crítica al pequeño mundo cotidiano que nos rodea. Para Roberto, “la ciudad de Corrientes es maravillosa, es hermosa. Y tiene mucho por hacer. Por ahí pienso que no se hace porque no se sabe cómo. Nos falta un poco de formación cultural, quizás. Nos falta crecer como sociedad, aprender. Y todo eso es buenísimo, porque hay terreno para trabajar. Lo único que no termino de entender cada vez que vengo a Corrientes –vengo cada vez que puedo a traer a mis hijas, porque aquí viven mis suegros– es por qué le cuesta a la gente de acá mostrar con mayor orgullo lo que tiene. Las opciones culturales no son tantas aún. Los músicos locales que cantan lo propio no suenan todo lo que deberían. Y ni hablar de chamameceros y chamamé: deberían existir tres o cuatro lugares para escuchar chamamé. En Salta, por ejemplo, te vuela la cabeza con la zamba. Aquí todavía falta eso. Eso de entrar a un lugar, comerte un rico surubí y que siempre te acompañe un artista en vivo, siempre y en todas partes”.
Nuevas expectativas
Hacer música en Corrientes no es sencillo, evidentemente. O no lo ha sido, para mejor decir. Y se complicaba más aun si las intenciones sonaban más al rock que a lo propio. Eso es un poco lo que llevó a los chicos de Superlasciva a abandonar la tierra natal y poner sus fuerzas en la Gran Ciudad, aunque hoy ya lo empiezan a mirar de otro modo. “Superlasciva eran las ganas de pegarla, de ser famosos. Pero hoy es el disfrute. Manuel (Farizano), Agustín (Macías) y yo estamos hoy en otra etapa. Serán los años, pero nos interesan otras cosas. Ya no tocar en Niceto, en Roxy... eso estuvo bueno, ya se hizo. Hoy nos interesa hacer un show, sin importar si hay mucha o poca gente. Nos alcanza con disfrutar. Somos felices haciendo lo que hacemos y las expectativas pasan por otro lado, por estar, por tocar, por cantar, por ser mejores para nosotros mismos. Por disfrutar realmente. Te diría que me interesa trascender para los propios, que mis hijas se sientan orgullosas. Con eso alcanza y sobra”. Los muchachos aún siguen un poco atados a su vida en Buenos Aires, aunque al menos Roberto no ve con malos ojos “venir a vivir a Corrientes. Te diría que lo único que me ata a Capital es la banda. Por lo demás, acá tenés todo. La verdad no tenemos nada que envidiarle a nadie. Lo comprobé aún más en este viaje, que disfruté de las playas”. Aquel muchacho goyano creció sabio. Roberto Decotto dice que hoy bajó sus expectativas y eso, lejos de ser un problema, es una buena nueva para la vida de las personas. “Hago lo mejor que puedo y doy lo mejor que tengo. Eso nos hace a todos mejores personas, creo”. Se hizo grande él y también la banda. Que por estas horas suena en las plataformas con canciones que tienen en su letra un compromiso, una raíz y una melodía envidiable y disfrutable. Después de tanto andar, de tanto tocar, de tanto viajar es bueno parar un poco y volver. Para seguir siendo los que siempre han sido, arriba o abajo del escenario: un grupo de tipos que ama lo que hace y se divierte. Sabiendo que la cosa es por acá. Es que, en medio de tanto frenesí, siempre es buena la frescura y la simpleza de quienes saben entregarla.
Lunes, 25 de enero de 2021
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