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Gatos, el número 13 o cruzar los dedos... Este es el origen de las supersticiones
Achacar la culpa de lo malo que nos sucede a objetos o sucesos externos y a cosas que escapan de nuestro control más inmediato es uno de los eximentes de responsabilidad favoritos del ser humano a nivel histórico.
Creer que, al realizar un pequeño movimiento o reaccionar con un gesto absurdo ante una situación, nos protegemos mágicamente contra lo malo que pueda sucedernos es abandonarse a manos de las supersticiones. Pero, ¿de dónde surgen?, ¿qué tienen de efectivo? ¿Mito o realidad?
Ante todo, cabe remarcar -por si alguien aún no lo tiene claro- que son un mito, aunque sólo en la acepción de “historia ficticia”. Ni Hitler tuvo más suerte por su obsesión con los supuestos poderes mágicos del número 7, ni Niehls Bohr ganó el premio Nobel de Física en 1922 por colocar una herradura en su puerta, ni el cantante Juanes debe su fama a no pasar por debajo de escaleras o a echarse sal en su hombro izquierdo con la mano derecha.
Cuando una acción, deseo o finalidad es incierta, las personas son propensas a recurrir a la superstición”
El estudio “Identifying Which Achievement Goals Elicit Superstitious Behavior”, realizado por los profesores Eric J. Hamerman (de la Universidad de New Orleansy) y Carey K. Morewedge (de la Boston University), apunta a que “la gente recurre a comportamientos supersticiosos para facilitar el logro de sus objetivos”. La investigación buscaba determinar si el tipo específico de objetivo que se persigue influye en la propensión a asumir comportamientos supersticiosos. Es decir, si hay metas que nos hacen más propensos a creer en supersticiones para tratar de lograrlas.
El resultado es claro: “Las metas de rendimiento provocan más comportamientos supersticiosos que las metas de aprendizaje”. Los participantes en el estudio fueron más proclives a usar amuletos o artículos cuando su objetivo estaba relacionado con su rendimiento. Además, esta investigación también concluyó que, “a medida que aumentaba la incertidumbre sobre el logro de las metas, el comportamiento supersticioso aumentaba”.
Muchos estudios revelan que, pese a saber que no influye en el éxito o fracaso de nuestras empresas, nuestro cerebro prefiere rellenar con supersticiones o mitos las lagunas para protegerse a toda costa de los posibles fracasos futuros. Preferimos certezas antes que incertidumbres, aunque sepamos que fiarnos de una pata de conejo, un trébol de cuatro hojas o una herradura no será determinante en lo más hondo de nuestro pensamiento.
En el año 2000, una encuesta de la empresa Gallup reveló que el 53% de los estadounidenses confesaron ser algo supersticiosos, mientras que un 25% lo eran bastante o mucho. El estudio “Cognitive-experimential sef theory: Implications for developmental psychology”, del investigador de la universidad de Massachussets Seymour Epstein, revelaba a su vez que el 72% de la gente tiene, al menos, un objeto que usa como amuleto de la buena suerte.
¿De donde vienen las supersticiones?
Tocar madera
Antes del cristianismo, los pueblos célticos de Europa rendían culto a los árboles, a los que otorgaban cualidades para evitar las dolencias. Otras versiones dan una vuelta al origen y lo achacan al material con el que estaba hecha la cruz en la que Jesucristo fue crucificado.
El número 13
Como número, este siempre ha sido defenestrado. Unos sitúan el origen de su condición fatídica en la suerte del decimotercer invitado a la Última cena de Jesús. Pero ya antes del cristianismo, el 13 tampoco gozaba de buena fama ya que se refería a la muerte violenta que sufrieron varios dioses decimoterceros de la Antigüedad.
Romper espejos
El espejo era un elemento considerado mágico y era usado para la adivinación. Es uno de los objetos más relacionados con las supersticiones y, en Occidente, romper uno está relacionado con siete años de mala suerte. Cuando un espejo se rompía, significaba que éste no quería revelar una imagen futura por ser mala. Los siete años es el tiempo que, supuestamente, tardaba en renovarse un cuerpo.
Hay quien afirma, sin embargo, que el espejo ofrece, en realidad, la versión original de nosotros. Romperlo significa dañar el alma, y de ahí la mala suerte.
Pasar por debajo de la escalera
Como suele pasar con estas creencias, hay versiones antes y después del cristianismo. Para los egipcios, las escaleras significaban buena suerte. Con una escalera, el Dios del Sol, Osiris, logró escapar de su cautiverio.
El cristianismo cambió las tornas para este objeto y lo convirtió en un objeto de mala suerte. Una escalera abierta forma un triángulo, que representa la Santísima Trinidad. Pasar por debajo significaba desafiar el concepto. Además, esta interpretación se reforzó años después, cuando el significado de la escalera cambió ya que en el crucifijo de Jesús se apoyó una escalera, por lo que se convirtió en un símbolo de maldad, traición y muerte.
Cruzar los dedos
La cruz, antes de Cristo, siempre ha sido el símbolo de la perfección. Antes existía la costumbre de que dos personas entrelazaran sus dedos índices formando una cruz para expresar un buen deseo. Hoy cruzar los dedos es algo parecido a un intento de llamar a la buena suerte.
Viernes, 2 de octubre de 2020
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