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Los nombres sin género son una tendencia que crece en el país
Sin género, neutros, unisex. Novedosos y ajenos a cualquier clase de etiqueta. En este devenir y apertura de expresiones, gana terreno la moda de inscribir a los recién nacidos con nombres que pueden denominar a personas de sexos diferentes y construyen su propia tradición cultural.
Muchos padres eligen esta alternativa. ¿Es una tendencia que va en aumento?
Entre mayo y julio de 2020 se registraron 1.467 nacimientos en la ciudad de Buenos Aires y en todo 2019 fueron cerca de 3.725, según informan desde el Ministerio de Gobierno porteño, a cargo del Registro Civil y de Capacidad de las Personas.
Algunos de los más repetidos fueron Alex (derivado de Alejandro o Alejandra), Noa o Noah, Miel, Andes y Mats. Las estadísticas reflejaron también el uso de nombres inéditos como Hefesto, Shakty, Zia, Yui o Kou.
“Los nombres gozan de una larga tradición y se eligen por distintas razones. Es importante determinar cuál fue la motivación y qué lectura hacen de la identidad los padres a la hora de elegirlos. La búsqueda puede ser por la etimología, en personas interesadas en un concepto determinado y con acceso para conocerlo”, reflexiona Santiago Kalinowski, lingüista y lexicógrafo, director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras.
Cada vez más personas se animan a explorar una sexualidad no binaria ni siempre identificada con el género que le fue asignado al nacer. Una parte del feminismo cree que la identidad está inexorablemente ligada a la biología. Otra, que se construye socioculturalmente, es decir, que el sujeto tiene derecho a desarrollarse sexo-genéricamente como desee.
“Si el hije quiere cambiar de género o prefiere no tener uno marcado por el modelo heteronormativo tradicional, puede hacerlo sin necesidad de modificar de nombre ante el Estado”, sostiene Joaquín Linne, investigador adjunto del Conicet y Docente de UBA-UNLa. Asimismo, plantea que los padres eligen ponerles un nombre a sus hijos que les ahorre trámites, traumas y conflictos legales y sociales, en caso de que decidan una orientación diferente.
El uso de la lengua depende de los hablantes. “Los nombres significan cosas porque la gente los vincula con valores que consideran deseables para el hombre o la mujer, según el rol social que ocupe”, señala Kalinowski.
Por ejemplo, Melibea se asocia con la dulzura y por eso, tradicionalmente se lo tomó como un nombre femenino. Sin embargo, el especialista advierte que pueden generarse desplazamientos culturales interesantes que relacionen a la dulzura con la esfera masculina.
“No existe nada en el género del término que predetermine su uso como masculino o femenino. Dolores es una palabra masculina aplicada a mujeres”, insiste Kalinowski. La ley del nombre ya no es restrictiva. Mats es común en inglés, pero en el español resulta novedoso.
Es que el fenómeno es muy reciente en el tiempo como para saber la forma en que evolucionará. “El modo en que se desenvuelva la asignación y el propio uso del nombre van a definir con cuál de los dos sexos se terminará identificando. Si Miel se elige para llamar a 10 niñas y a un niño, se va a transformar en un nombre femenino; aunque puede presentarse también un escenario intermedio”, analiza Kalinowski.
Lunes, 31 de agosto de 2020
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