Las manifestaciones más grandes se produjeron en Brasilia y Río de Janeiro, donde la policía militar reprimió violentamente. En San Pablo se interrumpió un desfile castrense al que asistió la presidenta Dilma Rousseff.

Tal como se preveía, la conmemoración del Día de la Independencia en Brasil volvió movilizar a miles de ciudadanos descontentos que consideran que el gobierno de Dilma Rousseff sigue sin dar respuestas tras las masivas protestas de junio. Las manifestaciones más grandes se produjeron en Brasilia y Río de Janeiro, donde la policía reprimió violentamente y detuvo a alrededor de 100 personas y dejó decenas heridas por balas de goma.


En Brasilia, el último reporte de la policía indica que 39 personas fueron detenidas durante dos enfrentamientos entre activistas y efectivos del Batallón de Choque y la Caballería: uno, cuando cerca de 1000 manifestantes intentaron invadir la sede del Congreso Nacional, y otro, cuando trataron de acercarse al Estadio Nacional Mané Garrincha, donde Brasil enfrentó a Australia en un partido amistoso.

Los policías usaron bombas de gas lacrimógeno y gas pimienta para dispersar a la multitud, cuando se encontraba a unos 500 metros del estadio mundialista, pese a que se había dispuesto un cordón de aislamiento de un kilómetro en torno al lugar. La represión ocurrió en forma simultánea a la llegada de los primeros hinchas al estadio, lo que resultó en que varios de ellos también se vieran afectados por las bombas arrojadas por la policía.

Más temprano, los activistas intentaron invadir la sede del Congreso Nacional y poco después la sede de la Red Globo en la capital federal. También fueron duramente reprimidos.


Domingo, 8 de septiembre de 2013